Probióticos: Poblando tu zoológico ambulante

Solemos imaginar el «yo» como una unidad única. Sin embargo, eso que consideras tu cuerpo está formado por muchos «yo».

¡Billones de «yo»!

De hecho, dentro de esos kilos que desplazas diariamente hay más bacterias que células humanas. Los números son tan cercanos que, tras una visita al baño, podrías inclinar la balanza temporalmente a favor de las células humanas.

Alojas aproximadamente 3.9 x 10¹³ huéspedes, lo que equivale a regalarle 4,900 bacterias a cada una de las 8 mil millones de personas que habitan el planeta. Más que un ser, eres un zoológico ambulante.

Buena parte de esta multitud se debe a lo que conocemos como flora intestinal, un término curioso, ya que esos microorganismos no pertenecen al reino vegetal. Si quieres impresionar en una conversación, utiliza el término correcto: microbiota intestinal. Como toda comunidad, está compuesta por individuos buenos y otros no tanto. Su estabilidad depende de la proporción adecuada entre ambos grupos.

Puedes dejar que tu cuerpo gestione esto por sí mismo o, como sugirió el científico ruso Élie Metchnikoff en 1907, ayudarlo consumiendo los microorganismos adecuados. Metchnikoff, ganador del Premio Nobel de Medicina, fue quien introdujo el concepto de los probióticos: microorganismos vivos que, en cantidades adecuadas, benefician la salud, según la FAO y la OMS.

Así como Colón colonizaba territorios, los probióticos colonizan el colon, el extremo inferior del intestino grueso, que mide unos 1.7 metros y se encarga de extraer agua y sal antes de excretar el resto. Allí, los probióticos mejoran la composición de la microbiota, asegurando que todo funcione correctamente.

No cualquier microorganismo califica como probiótico. Para pertenecer a este selecto club, debe cumplir con estos requisitos:

  1. Resistir la digestión: Los jugos gástricos del estómago contienen ácido clorhídrico, una sustancia tan cáustica que se utiliza para tratar metales.
  2. Adherirse a las paredes intestinales.
  3. Sobrevivir y permanecer activo tras colonizar.
  4. Evitar que bacterias dañinas se instalen en el intestino.

Cuando se consumen de manera adecuada, los probióticos mejoran la digestión, fortalecen el sistema inmunológico, previenen el cáncer de colon, alivian síntomas de alergias e intolerancias, aumentan la absorción de nutrientes y facilitan la digestión de la lactosa.

Las principales fuentes de probióticos son el yogur, el kéfir y otros lácteos fermentados. Según la tradición persa, la longevidad de Abraham, quien vivió 175 años según la Biblia, se debía a su consumo regular de yogur.

Si el yogur o el kéfir no son de tu agrado, recuerda a los koalas: para adquirir las bacterias necesarias que digieren las hojas de eucalipto, los bebés koalas consumen directamente una pasta fecal de su madre. ¡Así que no te quejes!


Prebióticos: Alimentando tu zoológico ambulante

No confundas probióticos (los microorganismos beneficiosos) con prebióticos (su alimento). Los prebióticos son nutrientes que potencian a los «chicos buenos» de la microbiota intestinal.

Las principales fuentes de prebióticos incluyen fibras alimentarias, como las celulosas y ciertos oligosacáridos presentes en la cebolla, el plátano y la leche materna. Algunos de los más comunes son:

  • Galactooligosacáridos
  • Inulina (presente en raíces como la achicoria y el topinambur)

Para ser clasificado como prebiótico, debe cumplir con los siguientes requisitos:

  1. Resistir la digestión en el tracto gastrointestinal superior.
  2. Fermentarse selectivamente por bacterias beneficiosas.
  3. Inducir efectos positivos en la salud.

Mantener bien alimentados a tus aliados bacterianos genera muchos beneficios: estimula el crecimiento de especies beneficiosas como las bifidobacterias y los lactobacilos, reduce el riesgo de colon irritable, protege contra infecciones intestinales y mejora la salud digestiva.

Por otro lado, los azúcares simples de harinas refinadas alimentan a las bacterias dañinas, contribuyendo a problemas como las caries.

Así que ya sabes: cuida y alimenta bien a tu microbiota. Nada peor que un huésped insatisfecho.

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